Nada más morir, Juan se encontró en un bellísimo lugar, rodeado de las comodidades y de la belleza con las que siempre soñara.
Un sujeto vestido de blanco se le aproximó:
–Tiene derecho a todo lo que quiera: cualquier alimento, placer o diversión, le dijo.
Encantado, Juan hizo todo lo que había deseado hacer en su vida.
Después de muchos años de placeres, buscó al tipo de blanco:
–Ya he probado todo lo que quería. Ahora necesito un trabajo, para sentirme útil.
–Lo siento mucho, dijo el personaje de blanco, pero esto es lo único que no puedo conseguirle; aquí no hay trabajo.
–¡Es terrible!, se irritó Juan. ¡Voy a pasarme la eternidad muriéndome de aburrimiento! ¡Preferiría mil veces estar en el infierno!
El hombre de blanco se le aproximó, y le dijo en voz baja:
–¿Y usted dónde se cree que está?
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